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No toda historia se escribe con papel y pluma

  • Junior Vieira Casado
  • 12 nov 2016
  • 2 Min. de lectura

Comenzaré este artículo dirigiéndome a ustedes, los lectores. Imagínense que encienden la televisión, ponen su canal preferido y están retransmitiendo un programa de actualidad con bastante reputación. Entonces ven a un colaborador con los brazos totalmente tatuados y a otra colaboradora con un piercing en la nariz. ¿Se extrañarían? ¿Se los tomarían enserio? ¿Les gustaría?

Si la situación que les acabo de exponer me ocurriera a mí, me sentiría muy orgulloso. Orgulloso de esos trabajadores, orgulloso de quienes les hayan contratado y orgulloso de mi sociedad. Hace tiempo, mucho tiempo, que nuestra sociedad ha dictado una serie de normas sobre las personas con tatuajes. Podría extenderme y analizar la relación tatuajes-familia, la relación tatuajes-música, la relación tatuajes-historia etc. Como no es mi intención, me centraré en una en concreto, la relación tatuajes-trabajo. Desde hace años y años suelo oír que no te puedes tomar enserio a un trabajador o trabajadora tatuad@, por muy profesional que sea. Que no puedes contratar a alguien así. Salvo en casos extremos, puédase ver la cara tatuada o las manos tatuadas, puedo llegar a entenderlo. Pero, ¿Qué problema existe por tener tatuajes en el brazo? Acaso eres menos capaz que quien no tiene o acaso no puedes ser un gran profesional. Una persona tatuada puede ser igual de capaz que una persona no tatuada.

Para acabar, quiero que reflexionen. Que reflexionen acerca de esto, acerca de si alguna vez han pensado en esto, acerca de que opinarían si viesen presentado los informativos a una persona tatuada. Ya nos lo dijo Jack London, el gran periodista norteamericano. Enséñame a alguien con un tatuaje y yo te enseñaré a alguien con un pasado interesante.

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