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Tarjeta roja y a la calle

  • Antonio Ochoa Romacho
  • 15 nov 2016
  • 2 Min. de lectura

Ser árbitro de fútbol es un oficio o hobby que cada vez se está volviendo más peligroso en nuestro país. Día tras día observamos en las noticias una nueva agresión propiciada a un colegiado que suele ser joven o incluso menor de edad. Dichos colegiados suelen arbitrar en categorías inferiores; de hecho, se me haría raro no escuchar un: “árbitro, qué malo eres” o peor, rugido por un señor desde la grada cada vez que veo un partido de fútbol de ligas regionales. Los árbitros de hoy en día tienen que soportar situaciones humillantes, insultos y en el peor de los casos, agresiones… Imaginad todo esto partido tras partido…

Lo más frustrante de todo es que donde más vemos estos insultos, es en categorías de infantiles, alevines o incluso de benjamines. Niños de 7 años que ven como sus padres increpan contra los árbitros porque su hijo/a se ha caído y se ha hecho daño, o las madres, que no suelen conocer las reglas, pero se vuelven locas cuando su hijo coge el balón y se dirige a portería.

Vuelvo a lo de los insultos de un padre hacia los árbitros, menuda educación hacia un hijo, ¿no? Esos hijos que ven normal los insultos de un padre hacia un árbitro, porque claro, un padre siempre lleva la razón…, esos son los que más adelante ascenderán de categoría, serán a cadetes, juveniles… y puede que alguna que otra vez reciban una tarjeta roja por una sobrepasada protesta o puede que se le vaya tanto de las manos que hagan incluso uso de la violencia. Muchos son los ejemplos de insultos que viven los árbitros cada fin de semana en un terreno de juego y opino que es una vergüenza y mancha la imagen de un deporte tan noble y bello como el balompié.

Creo que la base de todo se basa en la educación, sin educación no podemos ir a ninguna parte, y menos a un terreno de juego.

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